LLAMADA PERDIDA
(One missed call) (Chakushin ari)
Dirección: Takashi Miike (2003)
#ReseñasCinefilasTerrorAsiatico
“Llamada perdida” no es sino otro exponente de esa auténtica franquicia del género de terror en que se ha convertido el cine asiático de los últimos años. Siguiendo la estela de éxitos como “The Grudge” o, sobre todo, “Ringu”, la cinta que nos ocupa se propone hurgar de nuevo en los recovecos de lo cotidiano y la tecnología (en este caso, la telefonía móvil) a fin de rescatar esos momentos en los que la normalidad se cruza con lo sobrenatural, para dar como resultado una sucesión de secuencias cargadas de tensión (y, más puntualmente, sobresaltos). Todo lo cual, visto el panorama actual del cine de terror, ya es mucho decir.
La premisa de la que parte el relato es tan sencilla como inquietante: una noche, una joven llamada Yoko (Anna Nagata) recibe un mensaje en su buzón de voz fechado dos días más tarde. Aunque el número le resulta desconocido, sí reconoce la voz: de he-cho, es la suya propia, que remata el mensaje con un grito desgarrador. Cuando dos días más tarde Yoko muere de forma violenta, exactamente a la misma hora del mensaje, su amiga Yumi (Kou Shibasaki) empieza a sospechar que un ser sobrenatural está usando la agenda telefónica de Yoko para desencadenar una espiral de muerte entre sus amigos.
Con guión de Yasushi Akimoto y Minako Daira, basado en la novela de Akimoto, “Llamada perdida” parece seguir una de las premisas más satisfactorias a la hora de generar suspense: no ocultar información al espectador, sino todo lo contrario, compartir la suficiente.
Alfred Hitchcok sostenía que se puede crear un gran impacto en el espectador ofreciendo una conversación cotidiana entre dos personas que culmina con la repentina explosión de una bomba de cuya existencia el espectador no estuviera al corriente; pero que, sin embargo, el (efímero) impacto de la primera opción podría dar paso a un (constante) estado de nervios crispados y suspense si esa misma conversación se desarrollara con el público siendo consciente desde el principio de la existencia de la bomba.
Este último es, básicamente, el caso de “Llamada perdida”: gracias a esos mensajes en el buzón de voz, suerte de neo-profecías de la era del SMS, todo el mundo sabe perfectamente no sólo cuándo van a morir los personajes, sino también cuáles serán las últimas palabras que pronuncien, lo cual no hace sino acentuar el suspense de dichas secuencias.
De este modo, la película se convierte por momentos en un juego postmoderno, donde se invita a que el espectador rastree, en el transcurso de los acontecimientos, el desencadenante de esas palabras letales que sabe previas al consabido asesinato (eso sí, no por consabido, menos truculento de lo esperado).
Dirigida por un realizador de culto como Takashi Miike (tan particular, tan trasgresor que el único título de su prolífica filmografía que vimos estrenado en España con anterioridad a “Llamada perdida” fue la sobrecogedora “Audition”), no deja de resultar paradójico que el mayor logro de esta película radique quizás en su eficacia.
Nada en ella chirría en exceso (tal vez un epílogo demasiado prolongado) pero, como obra de Takashi Miike, tampoco hay en ella nada que llegue a fascinar.
En cualquier caso, podemos afirmar que como cinta de terror alcanza sus objetivos ampliamente: consigue que haya suspense en las escenas de suspense (brillante el desarrollo de la secuencia en el plató de televisión), terror en las escenas de terror (a destacar, sin duda, las que tienen lugar en el viejo hospital, espeluznantes) y una historia medianamente elaborada que consigue mantener el interés a lo largo de todo el metraje.
Todo tan correcto, en fin, como fue típico en esa época del boom de locas con cabello largo: tuvo su inevitable “remake hollywoodiense”
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