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"Cinema Paradiso"

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domingo, 8 de julio de 2018

Verano Cinéfilo: "Rocanrol 68" de Gonzalo Benavente (2013)



ROCANROL 68 (2013)

Dirección: Gonzalo Benavente
País: Perú

Sinopsis: Es el verano de 1968 y Manolo (Gjurinovic) es un tímido adolescente de La Punta que pasa los días junto a sus amigos Guille (Alzamora) y Bobby (Gold), yendo a la playa y escuchando música rock. Sin embargo, la rutina cambia con la llegada de Emma (Schempp), una joven hippie de la que Manolo se enamora y por la que se terminará metiendo en un lío tras otro.


Rocanrol 68 no es precisamente una obra de arte. Es una interesante ópera prima, enmarcada en el género de la comedia juvenil, que entretiene de principio a fin por la virtud actoral de su elenco. Ambientada en la época de los 60s, la historia maneja buen ritmo y logra transmitir la ligereza de su humor al espectador. 

Benavente escribe una historia sobre jóvenes, cuyas vivencias son anécdotas que cualquiera ha experimentado en la juventud. Fuera de costumbres e ideales de la época, en Rocanrol 68 se tocan temas de la vida misma, sin que el factor del nivel socioecónomico afecte en creer que es una cinta "elitista" (felizmente los cineastas peruanos se han olvidado del uso de cliches de mal gusto) y que ese tipo de cosas solo le suceden a una clase social, todo enmarcado en un ambiente en donde el rock an roll es el aire que se respira.


Como comedia, Rocanrol 68 cumple a cabalidad el objetivo de entretener y hacer pasar un buen momento de buen humor. Tiene ciertos desniveles que son típicos de óperas primas, como el no saber culminar de gran forma una secuencia; pero tiene escenas que me parecen brillantes, como la del Himno Nacional, que debe ser la secuencia con mejor humor en toda la película. (Reseña escrita por Omar Cáceres)


sábado, 14 de abril de 2018

“Juliana” de Fernando Espinoza y Alejandro Legaspi (1988) - Por Frank Binueza



MUJERES PROTAGONISTAS



SINOPSIS

Juliana (Rosa Isabel Morfino), es una niña de 13 años que trabaja en un cementerio local. Su hermano menor canta en los autobuses de Lima por dinero, que entrega a Don Pedro (Julio Vega), un hombre que explota a niños de la calle a cambio de ofrecerles casa y comida. Juliana quiere entrar al grupo, pero su sexo no lo permite. Cansada de los abusos de su padrastro, se escapa de su casa, se corta el pelo y se viste como varón para integrarse a la pandilla. Pronto descubre la dura vida de la calle, pero anhela con esperanza cambiar su situación.


“La calle es mi libertad. Yo soy de la calle. A mí me gusta la calle…”


Ubicada geográficamente en los barrios bajos de Lima, Perú, “Juliana” representa una mirada cruda y a la vez optimista de la marginación de los sectores menos favorecidos en Perú, aunque una mirada más crítica, fácilmente podría ubicarse en casi cualquier país de Latinoamérica, en donde el machismo y la miseria parecen ir de la mano del llamado “progreso”.


Juliana la heroína de la historia, no es sólo una representación de la niñez marginada, sino que representa el empoderamiento femenino, a través de la inteligencia, el trabajo honrado y el optimismo. Un retrato tan positivo en medio de un ambiente tan sórdido parecería poco creíble, pero el carisma tanto de la niña, como de los demás niños de la calle, y en especial del “villano”, Don Pedro, los vuelven personajes creíbles.


Las duras condiciones de la vida hacen que los personajes, a pesar de su corta edad muestren grandes rasgos de madurez, saben administrar el dinero y ser autosuficientes hasta cierto punto, sin embargo continúan siendo menores de edad, llenos de dudas, traumas del pasado y sueños de cara al futuro. Aun vagando en las calles pueden ser “niños” por un momento, como se muestra en las secuencias junto al mar o en el centro comercial.


Si bien la historia podría ser considerada “sencilla”, posee una amplia carga social, que resulta fácil de comprender debido al tono de su narración, sin atisbos de pretensión y llena de personajes entrañables. Si bien la conclusión puede ser utópica, ¿quiénes somos para no permitirnos soñar?, o como bien dice “El Loco”, uno de los personajes más maduros del filme: “Uno puede soñar lo que quiere, total, la vida está hecha de la misma tela con la que se hacen los sueños”


FICHA TÉCNICA:
Nombre: “Juliana” (1988)
Director: Fernando Espinoza y Alejandro Legaspi (Grupo Chaski) .
Guion: René Weber.
Reparto: Rosa Isabel Morfino, Edwar Centeno, David Zuñiga, Julio Vega, Maritza Gutti, Guillermo Esqueche.
País: Perú.
Géneros: Drama, Denuncia Social.



martes, 2 de enero de 2018

“Fitzcarraldo” de Werner Herzog (1982) - Por Frank Binueza


SINOPSIS:

Brian Sweeney Fitzgerald (Klaus Kinski), mejor conocido como “Fitzcarraldo”, es un excéntrico hombre de negocios obsesionado con la ópera, que ha ido perdiendo su prestigio y su fortuna en absurdas empresas sin futuro. Su último proyecto consiste en construir un teatro de ópera en Iquitos, un poblado peruano a orillas del Amazonas; para conseguir el capital necesario para financiar su sueño, con ayuda de su amante Molly (Claudia Cardinale), la regente del burdel local, decide involucrarse en la explotación y comercio del caucho. Sin embargo parte de su extravagante plan exige sacar del río un gran barco de vapor y transportarlo a través de una montaña…


LOS CONQUISTADORES DE LO INÚTIL…

Ambiciosos con sueños imposibles, así son los protagonistas de las películas de Werner Herzog, característica que también comparte este controvertido director alemán. En esta película, Herzog llega hasta el surrealismo al emular las hazañas del barón del caucho peruano, Carlos Fermín Fitzcarrald, quien a finales del siglo  XIX, obligó a los indígenas de la región de Madre de Dios (Sureste de Perú y afluente de las Amazonas), a transportar un barco de vapor a través de las montañas para encontrar una mejor ruta para sacar el caucho del lugar. 


Pero en el lugar de transportar el barco en partes como el relato original, Herzog utilizó un precario e intrincado sistema de poleas para transportar un barco de vapor de 320 toneladas a través de una colina en plena selva amazónica. Una hazaña irrepetible, que solo representa uno de los grandes retos a los que se enfrentó la producción, la salida por motivos de salud de Jason Robards (protagonista original), el abandono del cantante Mick Jagger (quien actuaba como el asistente del protagonista) por los constantes retrasos de la filmación, e incluso las acusaciones de explotación laboral de una tribu indígena local, inicialmente contratados como extras, pero que terminaron literalmente arrastrando el barco, y que provocó que quemaran las locaciones, palidecen frente a la llegada de Klaus Kinski.


La producción solo sería otro capítulo en la dilatada relación amor-odio entre Herzog y Kinski. Las constantes peleas entre Kinski y la mayor parte del equipo de filmación, y su actitud de divo, hicieron que la tensión llegara a tal punto, que uno de los jefes nativos le ofreció a Herzog matar a Kinski, a lo que Herzog se negó debido a que lo necesitaba para terminar la película. Este capítulo y muchos otros fueron presentados en el documental “My Best Fiend / Mi Mejor Enemigo” de 1999, que Herzog hizo sobre la tumultuosa relación laboral que mantuvo con Kinski.

Hipnótica y surrealista, una bella (y quizá única) representación de la Amazonía peruana de la época, Herzog nos presenta un sueño en el que quizá él mismo se parece más a la figura de Fitzcarraldo que el propio Klaus Kinski. Un relato maniático, tal como ver un barco subiendo una montaña, una oda a la ópera y a la búsqueda de lo imposible… 


FICHA TÉCNICA:
Nombre: “Fitzcarraldo” (1982)
Director: Werner Herzog.
Guion: Werner Herzog.
País: Alemania Occidental, Perú.
Reparto: Klaus Kinski,  Claudia Cardinale,  Paul Hittscher,  Miguel Ángel Fuentes,  José Lewgoy, Grande Otélo.
Género: Aventuras, Drama, Surrealismo.



miércoles, 16 de noviembre de 2016

CINE LATINOAMERICANO: "JARJACHA, EL DEMONIO DEL INCESTO" (2002, MÉLINTON EUSEBIO) - Por Sebastián Galvez



UNA APROXIMACIÓN AL CINE PERUANO DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS A TRAVÉS DEL AUGE DEL GÉNERO DE TERROR.


En un olvidado pueblo de la sierra del Perú, tres estudiantes de antropología llegan a documentar las condiciones de extrema pobreza en las que se allí se vive. Pronto, una maldición caerá sobre ellos: la llegada del Jarjacha, el demonio andino surgido del incesto, siniestra práctica que los lugareños no han podido erradicar…

El inicio del nuevo siglo trajo profundos cambios en la cinematografía peruana. La hegemonía limeña, erosionada por las políticas neoliberales del ex presidente Alberto Fujimori, dio paso a una época que condujo a la antaño sólida presencia de los principales realizadores a obras cada vez más alejadas del público, responsable este último de notables éxitos de taquilla durante las décadas pasadas, no obstante las crisis imperantes. Rodajes accidentados, de presupuestos esquivos, que en no pocas oportunidades derivaban en películas sin estrenar y/o estrenadas con años de retraso, falta de apoyo gubernamental en lo concerniente a leyes pertinentes (primer peldaño para gestar una industria fuerte, autónoma y competitiva) y la porfía o decadencia endogámica de los directores más emblemáticos, empeñados en dar sermones políticos situados en las antípodas de la hábil fusión entre la denuncia social y el trepidante lenguaje fílmico de los años anteriores, suscitaron amplias brechas no sólo en la continuidad de las películas sino en el interés de las masas, interés que recién en los últimos años se ha ido despejando gracias a los sucesos de recaudación de cintas altamente discutibles (por usar un eufemismo) como el díptico ¡Asu Mare!, A los 40, Locos de Amor y la seguidilla de films de terror que tienen como modelo a Cementerio General. Los gustos del público han cambiado dramáticamente y si bien es de lamentar una falta de rigor al momento de seleccionar a la nueva hornada de obras representativas del cine peruano, tampoco es cierto que el espectador sea, al 100%, un analfabeto fílmico. Las gentes quieren reencontrarse con su cine, volver a conectarse con historias íntegramente peruanas y al mismo tiempo universales. Por el momento, los mencionados títulos son lo que hay. Paso olímpicamente de esa espantosa retahíla de bodrios pretenciosos y ultra “hipsters” que, a caballo entre la menesterosidad más patética y el sentimentalismo progre _ que no progresista_, poco o nada les importa conectar con el público y crear industria pues convencidos están que arte y comercio son enemigos mortales y en tal sentido únicamente se empeñan en ganar premios en certámenes hoy por hoy bastante devaluados en cuanto a calidad. Bazofias como Madeinusa, La Teta Asustada o subproductos más infectos como los estrenados en el indigente festival Lima Independiente, dan cuenta de una obsesión por el ombliguismo y una nula vocación por hacer CINE, con todo lo que eso conlleva (arte y llegar a las masas, como lo realizaron maestros de la talla de Eisenstein, Lang, Ford, Hawks, Hitchcock, Fellini, Leone y tantos más).

Producidos con dinero privado (y marcando así una distancia decisiva con los lamentables concursos de cine organizados por el estado, los cuales empobrecían más la alicaída cinematografía nacional) los últimos taquillazos del cine peruano hacen desear una película que sea punta de lanza de un nuevo movimiento, el cual juegue sin pudor alguno con los géneros y logre revestir de calidad su propuesta sanamente comercial.

En esa coyuntura, anterior a estos “mini-blockbusters” autóctonos y como réplica al centralismo de la capital, próximo a un ocaso, surgió un movimiento en las provincias; artesanal, desfachatado, integrado por jóvenes realizadores de formación autodidacta, en su mayoría; quienes buscaron aunar arte y rentabilidad merced a géneros como el terror (el principal de todos), el policial y la aventura. Financiados de manera independiente (y haciendo uso de procedimientos que harían palidecer a los mismísimos Roger Corman, Mario Bava, Ed Wood, José Mojica Marins y Lloyd Kaufman, sumos pontífices de la serie B y Z), estas películas han hecho uso de la extraordinaria galería de monstruos, demonios, fantasmas y asesinos sobrenaturales que nuestro pasado precolombino y colonial han legado. Deseosos de crear paradigmas del horror a la altura de los emblemáticos Drácula, Frankenstein, La Momia, El Hombre Lobo y Leatherface, Michael Myers, Jason Voorhees o Freddy Krueguer, los directores de esta avanzada lograban auténticos fenómenos de recaudación en las salas de sus ciudades, si bien la crítica especializada (capitalina y provinciana) no dudaba en ensañarse con dichas obras, amén de ser marginadas en los circuitos limeños.


¿Son malas películas? Casi la mayoría. Ahora, la pregunta fundamental, ¿son aburridas? Bueno, aquí entramos en el terreno de los subjetivismos.

En mi opinión, no lo son en absoluto. Y es aquí donde recuerdo al gran Billy Wilder: “A una película se le puede perdonar el que sea mala, pero aburrida, jamás”, y al escritor Mickey Spillane, cuando diferenciaba entre “la mierda pura” (un trabajo mal hecho y soporífero) y “la buena mierda” (un adefesio escrito o filmado con tanta insolencia que termina gustando).

Jarjacha, El Demonio del Incesto, de Mélinton Eusebio, suerte de “clásico” del movimiento, evidencia todos los defectos de estos rodajes los cuales podrían ser catalogados como imbuidos de un “primitivismo alucinado” en tanto su guión parece buscar convertirse en una exploitation de El Proyecto de La Bruja de Blair (1999, de Eduardo Sánchez y Daniel Myrick). El empleo del video digital, que significó una revolución en el medio en cuanto al abaratamiento de costos de producción, aquí adquiere el relieve de un reportaje televisivo desmesuradamente enfermo: la imagen, su granulación, las improbables actuaciones, los deplorables y al mismo tiempo demenciales efectos especiales, hacen pensar en un montaje teatral organizado desde el interior de un hospital psiquiátrico, cuyos pacientes han sido estimulados por un insólito psicólogo a través de la lectura indiscriminada de clásicos del fantaterror y leyendas locales. El film adquiere ribetes extremadamente inquietantes, incluso momentos de auténtico espanto que no están subordinados a una pericia entendida como tal sino a la conjunción de improvisación, convicción y la explotación desmedida de un lugar, de unos cuerpos y conductas por demás desagradables.

El efecto tendría que ser de carcajadas inmisericordes. De reclamo y vergüenza ajena. Pero no: ahí está esa sensación de miedo involuntario, asco y fortísimos deseos de no toparnos jamás con semejantes seres. Imágenes malsanas que no se nos antojan realistas, sino reales. Una gema bizarra forjada entre sangre coagulada, esputos y otras secreciones.


miércoles, 9 de noviembre de 2016

CINE LATINOAMERICANO: “LIMA 13” DE FABRICIO AGUILAR (2012) - Por Marco Masama.


"Al final las cosas solo tienen la importancia que uno les da…"

EL PERÚ AVANZA!

En el Perú —no sé si en el resto de Latinoamérica—, tenemos un grave problema de disfuerzos crónicos y una debilidad por las apariencias, hacemos gala de minúsculos logros colectivos como si estos fueran los propios. Más que crecimiento, podríamos decirle metástasis y una manifestación de ello son los programas de TV dedicados a mostrarnos una cara sesgada de nuestra realidad, muy desigual, anquilosada en nuestros prejuicios y nuestra vigente hipocresía.


CINE PROGRESITA NO "PROGRE"

Así, el tercer largo de Fabricio Aguilar, parece tocar un tópico muy genérico y demasiado manoseado de nuestro cine nacional, no estaba dispuesto a quemar mi tiempo reseñando —otra historia de denuncia social—, ya que no es un secreto que nuestro cine latinoamericano, parece condenado a solo ser una herramienta para cierto sector intelectual, de exorcismo social, de rebate colonial; cualquier cosa menos arte, mucho menos cine de autor.



"EL FIN DEL MUNDO EN 36 MM"

Aun así, uno de los motivos que me atrajo a la cinta es el actor Ubaldo Huamán, quien ya participo en un soberano papel en la cinta “Made in Usa” como un resentido y lujurioso alcalde, uno de los actores menos aprovechados del cine nacional y otra es que la cinta utiliza el muy popular formato televisivo del barrio clase mediero, contrastado con una clase trabajadora con poco disimulados tintes arribistas. En la cinta de Aguilar ese no es el foco, por ejemplo: los vemos siendo reemplazados por una deshumanizante tecnología, el director utiliza esta escusa para mostrarnos una mirada más íntima del protagonista: Un vigilante “Wachi”, dueño de una ética admirable, nada del otro mundo, pero sobrepasado por una Lima camino a la extinción, sea por el anunció de la llegada de un gran terremoto —relacionado caprichosamente por la paranoia del 2012 y el calendario Maya—, o el capitular en la miseria. Así es como estos seres se disuelven bajo capas de injusta decidía y olvido; como Tessa: una adolescente abrumada por una madre que explota su fracaso marital como un exquisita cantera de inspiración literaria, en demérito de su hija quien solo quiere recomponer a su familia, la señora Trini: Anciana que hierve en añoranzas de un pasado mejor. Los tres personajes ya no encajan en esa realidad ejemplificada por frases como: "El Perú avanza" y ajenas al ideal progre de "La Marca Perú".


Si te logras sentir identificado con estos personajes, definitivamente algo no está marchando bien con el ideal colectivo de nación.

El mejor largo de Fabricio Aguilar, el cual considero un director muy regular y de unos discursos a veces panfletarios, pero que en esta oportunidad, resulta más elegante y fluye con agradable naturalidad.


Director:
Fabrizio Aguilar
Reparto:
Ubaldo Huamán, Kani Hart, Elide Brero, Liliana Trujillo, Norma Martinez, Oscar Pacheco
Año / País: 2012 / Perú 
Título original: Lima 13 (Lima trece)


jueves, 13 de octubre de 2016

“ADAPTACIONES LITERARIAS”: “LA CIUDAD Y LOS PERROS” DE FRANCISCO LOMBARDI (1985) - Por Paul Torres.


Ficha técnica:
Titulo original: La Ciudad y Los Perros

Duración: 135 min

Director: Francisco Lombardi

Guion: Jose Watanabe

Reparto: Gustavo Bueno, Pablo Serra, Juan Manuel Ochoa, Luis Álvarez, Eduardo Adrianzen, Liliana Navarro, Miguel Iza, Aristóteles Picho, Toño Vega, Isabel Duval, Alberto Isola, Jorge Rodríguez Paz

SINOPSIS

En el Leoncio Prado de Lima, colegio militar de la capital de Perú, las condiciones de vida son tremendamente duras, tanto por la obligación y observancia del código castrense como por la asunción de otro código no escrito impuesto por los cadetes, alumnos del internado, que no es otro que el de la ley de la selva: devorar para no ser devorado. El sistema genera un universo de traiciones y lealtades donde el machismo y la brutalidad surgen como valores principales. (FILMAFFINITY)


LA NOVELA

“La Ciudad y los Perros” es la adaptación a la pantalla grande de la novela del premio nobel de literatura Mario Vargas Llosa, quien en 1963 publicara su novela. Fue dirigida por Francisco Lombardi, el cual fue premiado como mejor director en el festival de San Sebastián en 1985.

Hablar de ella se me torna difícil, hay mucho sentimiento encontrado tanto por la película como la novela. Vargas Llosa siempre fue uno de mis escritores peruanos favoritos y su literatura ha estado siempre presente a lo largo de mi vida. Tratare, por un momento intentare de dejar a un lado todo ese cumulo de sentimientos que me embargan, para poder proseguir con estas líneas.

La Ciudad y Los Perros - una de las obras literarias que dio inicio al boom latinoamericano- fue de las primeras novelas que leí del ilustre hijo de Arequipa, y ha de confesar que me resulto algo difícil, si uno no está acostumbrado, cuesta mucho leerlo por la compleja manera de escribir del autor, hay un cambio constante de los personajes, el cual cuesta darnos cuenta en qué momento ocurre ello, no es una historia lineal, el uso recurrente de técnicas como flashback, vasos comunicantes, entre otros, son los que lo llenan de cierta complejidad al lector.

La historia, para el momento de su publicación fue muy desgarradora, nos cuenta las vivencias de un grupo de jóvenes en un colegia militar, sus peleas, sus amores, los castigos infundidos por sus profesores, las palomilladas de los chiquillos. Es muy fácil poder identificarse con uno de los personajes o al menos con sus accionares. La novela permite darnos cuenta lo dura que puede resultar ser la vida militar, y de los ideales erróneos que muchas veces se defienden, específicamente a lo que significa ser hombre.


SOBRE LA PELÍCULA

El 18 de julio de 1985 en la cartelera limeña se estrenaban las películas “Amadeus” – ganadora de varios premios Oscar, “Testigo en peligro” de Harrison Ford y “La ciudad y los Perros” de Francisco Lombardi.
En esos años la producción de cine local era muy escasa. Por ello su estreno causó gran interés del público que hizo largas colas en los cines Pacífico de Miraflores, Diamante de la avenida Brasil, Colmena y Metro en el Centro de Lima.

El génesis de esta película se remonta a la adolescencia de su director Francisco Lombardi quien, al leer la novela de Mario Vargas Llosa, quedó impresionado y cimentó su pasión por la literatura. En 1984 inició conversaciones con el escritor para convertir su libro en una película. Al año siguiente junto al poeta y guionista José Watanabe recrearon las intrigas, las traiciones, los enfrentamientos y los abusos que ocurrían al interior de la Escuela Militar (Lilia Cordova- El Comercio)


El elenco estaba encabezado por: Pablo Serra (el poeta), Gustavo Bueno (el teniente), Juan Manuel Ochoa (el jaguar), Luis Álvarez (el coronel), Eduardo Adrianzén (el esclavo), Liliana Navarro (Teresa) y Miguel Iza (Arróspide). En los roles especiales figuraban: Alberto Ísola (mayor Garrido), Ramón García (teniente Huarina), Lourdes Mindreau (Pies dorados) y Jorge Rodríguez Paz (padre del esclavo).

“La ciudad y los perros” obtuvo galardones en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, el Festival Mannheim-Heildelberg, San Sebastián y fue exhibida en Cannes.

En una conferencia realizada en la Universidad de Lima, el director comento algunas pasajes del cómo fue la producción de la recordada cinta. Sobre el guion dijo: 

“Fue un trabajo que se realizó sin mayores inconvenientes. Procuramos seguir las líneas de acción de la novela que ocurren en el presente y evitamos los saltos al pasado. Por su parte, Vargas Llosa no se metió en la escritura del guion. Él solo pidió una revisión al guion terminado. Luego de leerlo, nos contó que el guion le gustó y que era fiel al espíritu de la novela, aunque sugirió que sacáramos una escena en la que se produce un sueño. Vargas Llosa argumentó que esa escena onírica se salía de la lógica realista y urbana del relato. A José y a mí nos pareció válida su observación y le hicimos caso”.


Sobre la elección de los actores:

“Es grato ver que muchos actores que participaron en el filme, como Miguel Iza, Alberto Ísola o Gustavo Bueno, sean hoy sumamente reconocidos y respetados. Del mismo modo, que el público siga asociando a Juan Manuel Ochoa con el Jaguar o a Gustavo Bueno con el teniente Gamboa es otro indicio de que la película logró permanecer en el tiempo”.

Además, Lombardi se refirió a la célebre frase “No me mire cadete, ¿quiere que le regale una fotografía mía calato?”, que es declamada por el teniente Gamboa en la película. El cineasta detalló:

“La frase no está en la novela y muchos creen que fue dicha gracias a la inspiración de Gustavo Bueno. Pero la persona que soltó la idea fue el actor Ramón García, quien fue alumno del Leoncio Prado y nos contó que uno de sus profesores usaba una frase parecida. Entonces la corregimos y quedó en la película la frase que todos conocemos”.