Muere el gran director Milos Forman.
El cineasta checo, de 86 años, obtuvo dos 'oscars' por 'Alguien voló sobre el nido del cuco' y 'Amadeus'.
El checo fue un cineasta especial, que demostró que se podía trabajar desde dentro de Hollywood con un toque subversivo. Esa misma apuesta iconoclasta, contra el poder –en su cine se reflejó la lucha del individuo contra la opresión del sistema– y con tonos satíricos fue la que provocó su salida a finales de los años sesenta de su país natal tras la invasión de la antigua Checoslovaquia en 1968.
Es curioso, como recuerda en su artículo Guillermo del Toro, cómo Forman siempre conectó con el gran público, independientemente del tamaño de la producción de su película, y cómo defendía a sus personajes protagonistas, por muy extraños que parecieran ser al inicio de cada narración. "A veces son las mentes más sucias las que aman de forma más limpia", contó en la promoción de El escándalo de Larry Flint, Oso de Oro del festival de Berlín. Su primera película en Estados Unidos, Alguien voló sobre el nido del cuco, ejemplifica ese talento, con un soberbio Jack Nicholson que encarnó no solo a un rebelde, sino que conseguía despertar en sus compañeros de psiquiátrico el sentido de la libertad que tenían dormido. De aquel rodaje, recordó en un taller de cine en Málaga en 2009: "Apenas tuve que hablar con él o dirigirlo, porque los grandes actores son también grandes profesionales. Jack se sintió extraño y me dijo que era el único director que no le incordiaba durante el rodaje". Con ella obtuvo su primer óscar a la mejor dirección, uno de los cinco que obtuvo el filme.
Mozart y el Holocausto
Pero el mayor éxito de su carrera le llegaría en 1984 con Amadeus. La historia de la envidia y de la secreta admiración que Antonio Salieri sentía por Mozart ganó ocho oscars (su segunda estatuilla como director) y se convirtió en uno de los títulos más emblemáticos de aquellos años ochenta. En aquella película había además un deseo cumplido: se filmó en su país natal –entonces Forman ya tenía la nacionalidad estadounidense– y pudo volver a su casa como un triunfador. En su biografía, Turnaround: A Memoir (1994), escribió que todo en la vida lo había "supeditado a ganar", aunque a su manera.
Como realizador, al checo nunca le importó rodar guiones de otros. Es más, de sus ocho películas en el exilio, solo escribió el libreto de dos: "Yo prefiero tener un guion sólido en el que apoyarme, pero me gusta que en el rodaje de la secuencia haya sitio para la improvisación. Un 10% de improvisación a la hora de rodar puede deparar momentos únicos, increíbles. Me gusta rodar con actores que no se sepan al dedillo el guion, pero hacerles actuar siguiendo el guion, que yo ya me sé de memoria, dándoles indicaciones para que el diálogo sea más real, más fresco, más vivo", aseguraba.
Prefiero un país libre y atestado de mal gusto a un país refinado pero sin libertades
Milos Forman tuvo muy claro su exilio. "Prefiero un país libre y atestado de mal gusto a un país refinado pero sin libertades", contaba. "La censura es el peor de los males. Viví bajo un régimen totalitario en el que existía la presión de la censura ideológica. Ahora vivo en un país en el que si existe alguna presión es la comercial. Sin duda, prefiero esta última, al menos en ella deciden miles de personas y no una sola". Él mismo sufrió en sus carnes varias dictaduras. Nacido en Caslav en 1932, tanto su madre, Anna Suabova, como el hombre que él pensaba era su padre, un maestro llamado Rudolf Forman, murieron asesinados por los nazis en campos de exterminio. Aunque se educó en el protestantismo, Forman a veces afirmaba ser medio judío. Solo tras publicación de sus memorias, escritas junto a Jan Novak, se hizo pública su historia: a mediados de los sesenta, Forman encontró a una amiga de su madre en Auschwitz a la que le había confesado que el verdadero padre del cineasta había sido un amante suyo, un arquitecto judío que sobrevivió al Holocausto y al que Forman llegó a conocer en Perú.
Por eso Jan Tomáš Forman, su auténtico nombre, creció con unos padres adoptivos. Estudió cine en la Escuela de Praga, y desde el inicio sus películas –Pedro, el negro (1964) y Los amores de una rubia (1965)– llamaron la atención de los festivales internacionales. Con ¡Al fuego, bomberos!, en la que sacaba punta de la burocracia en un destacamento de bomberos voluntarios, empezó a sentir la presión de las autoridades comunistas. Así que cuando las tropas soviéticas entraron en Checoslovaquia en agosto de 1968, Forman, que estaba en París negociando su primer proyecto estadounidense, decidió no volver.
Duros inicios en EE UU
Su primer trabajo en EE UU fue la comedia Juventud sin esperanza (1971). No fue nada bien, y Forman entró en depresión en su habitación del neoyorquino hotel Chelsea. Solo Alguien voló sobre el nido del cuco le sacó de su estado. En sus memorias cuenta que los dos productores del filme, Michael Douglas y Saul Zaentz, le contrataron por barato. A partir de entonces pudo elegir sus proyectos: el musical Hair (1979), del que contaba disfrutó por la energía de los jóvenes actores; Ragtime (1981), la última película en cine de James Cagney; Amadeus (1984); Valmont (1989), un filme que tuvo en contra el estreno el año anterior de Amistades peligrosas, ya que ambas estaban basadas en la misma obra epistolar de Pierre Ambroise Choderlos de Laclos; El escándalo de Larry Flint (1996); Man on the Moon (1999) -en la que casi le saca de quicio la inmersión total en el papel de Jim Carrey, su protagonista- y Los fantasmas de Goya (2006).
Su primer trabajo en EE UU fue la comedia Juventud sin esperanza (1971). No fue nada bien, y Forman entró en depresión
A Goya llegó por un libro, que había leído hacía años, y coescribió el libreto con su amigo del alma, el mítico guionista Jean-Claude Carrière. "Aquel volumen trataba de la Inquisición española. Había muchas similitudes con cosas que había conocido. Me quedé asombrado de los paralelismos que había entre la Inquisición española y los regímenes totalitarios nazi y comunista", contó en un homenaje en el festival de Sevilla. "Probablemente, Goya no hubiera sobrevivido en el siglo XXI". Y usó, efectivamente, una vez más al pintor para ilustrar su eterna historia, la de un individuo contra la opresión angustiosa del poder, la de la ciencia y la ilustración contra la Inquisición.
En este siglo XXI, Forman también dirigió ópera, junto a sus hijos gemelos, Petr y Matêj, como Un paseo bien pagado, de los autores checos Jiri Slitr y Jiri Suchy, que curiosamente él ya había realizado para la televisión checoslovaca en 1966. Además, codirigió la sección de cine de la Universidad de Columbia, y se mantuvo activo con algunos proyectos que no cuajaron, y otros que sí, como la versión en pantalla grande, codirigida por su hijo Petr, de Un paseo bien pagado.
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