BUTCH CASSIDY Y EL KID (DOS HOMBRES Y UN DESTINO)
BUTCH CASSIDY AND THE SUNDANCE KID (George Roy Hill, 1968)
El western es un género cinematográfico 100%
norteamericano. América es un continente
mucho más joven que Europa y la población estadounidense tiene raíces
multiétnicas así como gran diversidad cultural por lo tanto había necesidad de
una mitología unificada, fruto de ello el cine de vaqueros brindó un
contingente no histórico sino legendario pues como sabemos el contenido de los
filmes han ido modificándose a lo largo del tiempo (ejemplo los malvados indios
se reivindicaron y el heroico General Custer no fue más que un genocida). El hecho que otras culturas tomaran el
contexto del Western lo ha enriquecido, particularmente cinematografías como la
italiana, española y mexicana (juntas o por separado) aportaron elementos e
influencias.
La decadencia comenzó por los años sesenta tornándose
inevitable en los setenta y con pocas obras rescatables en los ochenta.
Prácticamente era un cadáver a mediados de esta década y salvo películas muy
escasas nos han devuelto el sabor de
esta corriente cinematográfica aunque por más notables que hayan sido no han
logrado recuperar el esplendor del género en la actualidad más proclive a otras tendencias.
George Roy Hill con guión de William Goldman nos presentó a
esta pareja de forajidos de una manera
simpática. Cómo no empatizar con un Paul
Newman que advierte a un asustado jugador de póker que se ha atrevido a sacar
su arma y amenazar al mismísimo Sundance Kid
(la pistola más rápida del Oeste de aquel entonces): Invítanos a
quedarnos, solo hazlo. Y cuando lo hace
el otro espeta: No gracias, en otra
ocasión y lo salva de una muerte cantada.
El mismo Paul Newman que descubre que su banda del hoyo en la pared ha
elegido un nuevo líder y se le enfrenta para recuperar su puesto. El usurpador le dice a Sundance que si él
gana puede seguir siendo parte de la pandilla, Paul le pide que en caso de
perder él: mate al otro.
El Butch de Paul Newman es todo simpatía en la
película y lo aceptamos porque no nos tomamos en serio, admitimos que es una
comedia y nos reímos con su asalto al
tren, con la escena del paseo en bici (genial, antológica y nostálgica
acompañada de Raindrops are falling on my head), con la fuga y su persecución,
con su risa al enterarse que el Kid no sabe nadar. Son sus ojos azules los que
nos comunican que lo que vemos en pantalla es una forma en que pudo haber sido
el Oeste si hubiera sido algo agradable
y amable. Cómo no empatizar
también con Robert Redford dando réplica como el pistolero de pocas palabras y
disparo veloz. Ese Redford cuyo romance
con Etta (siempre estuve enamorado de
Katharine Ross) nos parece maravilloso y
quisiéramos que encuentren su tierra
prometida en América del Sur y sean felices.
Sí, estamos contemplando la mitificación en su zénit porque los personajes no son malos ni matan a
nadie en sus asaltos, no son héroes pero tampoco lo contrario.
Vendrían después obras revisionarias y desmitificadoras y al
otro lado del charco una ola feroz llamada el Spagetti Western que oxigenó al
género. Pero ahí estaban Newman y
Redford emboscados sin salida, ya no hubo un río donde saltar, morirían atrapados cuando se les agotaran las balas o,
para eternizarse en la mentalidad colectiva, salían a batirse y morir
acribillados por un ejército de bolivianos.
El fotograma congelado del final es histórico ( ¿o legendario?).
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