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"Cinema Paradiso"

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domingo, 10 de septiembre de 2017

WESTERN: SOMBREROS Y PISTOLAS: "The Wild Bunch / La Pandilla Salvaje" de Sam Peckinpah (1968) - Por Rommel Vasquez Caro


Antes de John Woo y Michael Bay, existía el cine de acción de Sam Peckinpah. El fué el que creó las balaceras coreografiadas con un fuerte sentido del estilo, las poses en cámara lenta, y la brutalidad en primerísimo plano con mucho, mucho gore. Y mientras que Woo y Bay eran simplemente imitadores de sus trucos, Peckinpah los utilizaba como herramientas para destacar aspectos fundamentales de sus densas narraciones.

Un tipo que contaba historias, que se enfocaba en los actores y que usaba los recursos de estilo para subrayar sus relatos. En La Pandilla Salvaje Peckinpah despliega por primera vez todos los gadgets que lo caracterizarían durante el resto de su filmografía, generando por lejos el mejor filme de su carrera y una auténtica obra maestra que influiría en el cine de acción desde 1969 hasta nuestros días.


La Pandilla Salvaje se destaca en dos áreas: historia y estilo. En cuanto a la historia, es un filme que se sale de la vaina por ser amoral y brutal - comparado con los westerns de John Wayne, aquí los protagonistas matan inocentes, mujeres y niños de la manera mas gráfica posible, y las balaceras se convierten en matanzas indiscriminadas en donde cualquiera puede caer -, lo cual lo acerca a los spaghetti western. Es como si Peckinpah tomara la visión de Sergio Leone - recargada de individuos sucios, violentos y empapados de una moral gris y fronteriza - y se decidiera a hacerla mas extrema amén de nacionalizarla, ya que a final de cuentas el western es un género estrictamente norteamericano pero que a esa altura se encontraba opacado por el Exploitation masivo, producciones insípidas de miles de filmes similares, saturados de clichés y balaceras asépticas. En tal sentido Peckinpah actúa como un iconoclasta, un individuo decidido a romper las convenciones y, especialmente, a dar una visión mucho mas sucia, salvaje y realista del lejano oeste.


Si un año antes Arthur Penn había iniciado la movida con Bonnie & Clyde (1967) demostrando que los años 20, infestado de amorales gangsters, no eran glamurosos sino que desbordaban brutalidad por todos sus poros, ¿por qué mostrarse restringido con el western, el cual transcurre en un universo saturado de individuos armados y forajidos sin código alguno?.

La primera muestra de que Peckinpah va por todo es la feroz balacera del inicio, en donde los rehenes del banco son masacrados por los protagonistas, los cuales, se supone, deben despertar nuestra simpatía o, al menos nuestro interés, los cazarrecompensas matan tanta gente como los criminales, y cualquiera de los bandos utiliza a los inocentes como descartables escudos humanos.


Todo esto en un brutal ballet plagado de cámaras lentas, cortes rápidos, y carnicería rodada con un altísimo virtuosismo - el estilo, el cual termina complementando a la historia.


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