POR UN PUÑADO DE DÓLARES (1964)
Un experto pistolero (Clint Eastwood) llega a un pueblo fronterizo en el que dos familias rivales, los Baxter y los Rojo, se enfrentan por el control de los sucios negocios locales. El pistolero juega a dos bandas para enriquecerse a costa de ambas familias.
LA MUERTE TENÍA UN PRECIO (1965)
El inalterable Manco (Clint Eastwood) y el veterano coronel Mortimer (Lee Van Cleef) son dos cazarrecompensas en busca de un forajido drogadicto conocido como el Indio (Gian Maria Volontè), que planea robar un banco inexpugnable.
EL BUENO, EL MALO Y EL FEO (1966)
Con la guerra de secesión americana como telón de fondo, tres hombres buscan un tesoro sin importarles quién caiga por el camino: Rubio (Clint Eastwood), un hábil e impávido pistolero; Tuco (Eli Wallach), un bandido mexicano tan campechano como bellaco; y Sentencia (Lee Van Cleef), un asesino cruel e implacable.
Existe una vieja tradición en la cual se dice que los días domingos son familiares, en casa solíamos respetar ello, y los domingos papa y yo nos sentábamos a ver películas. Tenía 6 años y las primeras películas que pasaron por mi retina fueron los western y las cintas bélicas.
Papá siempre amo los spaghetti western, el siempre solía decirme que estos los notaba muy diferente a los western norteamericanos. Fue mi viejo quien me hizo “conocer” a Sergio Leone del cual me quedaría enganchado con sus trabajos que posteriormente vería. Particularmente pienso que las pelis de Leone nunca fueron simples películas de vaqueritos como algunos solían llamarlo. Ya que lo que hacia este director eran PALABRAS MAYORES, eran películas con hombres de una puntería inigualable y un carisma abrumador que colmaban la pantalla de una grandiosidad pulverulenta al son de la impresionante música de Ennio Morricone.
De padres italianos, estaba metido en la industria desde los 18 años, pero a mediados de los 60 acariciaba la idea de realizar un western. Su ambición era hacer un pequeño western en que pudiera exhibir su visión del género, que no fuera tan anticuado como los westerns americanos que la gente ya no se creía pero de más calidad que los spaghetti westerns de bajo presupuesto. El proyecto en que se embarcaría para llevar eso a cabo sería un remake de Yojimbo, de Akira Kurosawa en clave western. No obstante, el bajo presupuesto del que disponían no les hacía posible pagar a Kurosawa los derechos de autor, así que optaron sencillamente por no pagarlos.
Para el papel protagonista, Leone quería contar idealmente con actores como James Coburn o Charles Bronson, pero todos los grandes nombres que recibieron la oferta la declinaron. El actor que acabó aceptando la propuesta era ni más ni menos que una de las últimas opciones de la lista de Leone. Clint Eastwood por entonces era el protagonista de uno de los muchos westerns televisivos de éxito en la época: Rawhide. Su primer impulso fue rechazarla, afortunadamente para él, decidió aceptar. Eso sí, tomándose el rodaje como un pequeño descanso de Rawhide, unas vacaciones pagadas en Europa, pero nada más.
Lo que a Leone le gustaba de Eastwood no eran sus dotes de actor sino su presencia. Uno de los pocos alicientes que encontró el actor en el guión era poder encarnar por fin a un personaje más oscuro y ambiguo como contraste. Sería el nacimiento de Clint Eastwood tal y como lo conocemos hoy día.
Al bajo presupuesto hay que sumarle el hecho de que buena parte del reparto estaba formado por actores no excesivamente buenos (una excepción es Gian Maria Volonté) y, lo que es mejor aún, que Leone no sabía ni una palabra de inglés ni Eastwood de italiano. Afortunadamente, ambos consiguieron entenderse gracias a la intuición de Clint sobre lo que el director buscaba y, cabe decirlo, a la facilidad de Leone para explicarse con mímica.
Otro personaje importantísimo fue el compositor Ennio Morricone, quien aportó una banda sonora legendaria que sería el complemento ideal para los films de Leone.
El resultado de esta combinación fue la magnífica Por un puñado de dólares, uno de los westerns clave en la historia del cine. Pese a que todos los implicados se dieron cuenta enseguida de que el resultado era magnífico, en su momento nadie podía ni imaginarse que ese film sería un éxito de taquilla que revolucionaría el género.
La siguiente película se llamaría La Muerte Tenía un Precio y sería un claro paso adelante. No solo el film tenía más presupuesto y sus participantes repetían su buen saber hacer pero más confiados, sino que se añadió al equipo un nuevo actor: Lee Van Cleef, que compartiría protagonismo con Clint Eastwood. Como sucedió anteriormente, la idea inicial de Leone era contratar a Lee Marvin, pero pedía demasiado dinero, así que se decantaron por Van Cleef, un rostro habitual en papeles secundarios de westerns cuya carrera por entonces había tocado fondo por culpa de su alcoholismo. Cuando lo llamaron para hacer la película, Van Cleef no tenía ningún problema con el sueldo. Sin sospecharlo, éste y su siguiente papel le llevarían a su época de mayor éxito como actor participando en numerosos spaghetti westerns.
El film, una auténtica obra maestra del género, combinaba la dureza de Por un puñado de dólares añadiéndole además un nuevo elemento más sentimental con la subtrama de venganza de fondo.
Según parece, la génesis de El Bueno, el Feo y el Malo tuvo más que ver con la picaresca que con otra cosa. Después de que La Muerte Tenía un Precio fuera otro éxito de taquilla aplastante los ejecutivos de la United Artists se desplazaron a Italia a contemplar ese fenómeno con sus propios ojos y negociar la distribución de las películas en EEUU. Quedaron tan maravillados ante la locura que habían desatado las dos películas que le propusieron a Leone, al guionista Luciano Vincenzoni y al productor Alberto Grimaldi colaborar en el próximo western que hiciera el mismo equipo. En aquel momento no tenían nada pensado, pero no iban a desperdiciar esa oportunidad, así que el guionista improvisó una trama sobre tres vaqueros que buscan un tesoro en la época de la Guerra Civil. "Perfecto. ¿Cuánto costaría?", preguntaron los ejecutivos. Alguien se aventuró a decir un millón de dólares sin mucha esperanza y para sorpresa de los tres, los americanos aceptaron entusiasmados el trato. Ya tenían su próxima película en marcha y no había ni un guión escrito.
El Bueno, el Feo y el Malo sería no sólo la mejor y más taquillera película de la Trilogía del Dólar, sino también la más excesiva, la que llevaba a un mayor extremo todos los rasgos que caracterizarían las dos anteriores: más larga, más violenta, con una banda sonora aún más épica.
Como gran novedad respecto a las anteriores, El Bueno, el Feo y el Malo contaba entre sus protagonistas con un actor veterano de innegable calidad para sustituir a Gian Maria Volonté, que rehusó repetir colaboración con Leone. Eli Wallach era un intérprete formado en el Actor's Studio que tenía ya experiencia tanto en Broadway como en el cine.
No obstante, pese a contar con más recursos, el rodaje no fue muy agradable para los actores. Elli Wallach sufrió varios accidentes que pudieron costarle muy caros. Él era un actor profesional acostumbrado a ensayar a fondo sus personajes hasta comprenderlos del todo. En ese circo en el que se había metido se encontró con que apenas se ensayaba en gran parte porque salvo los tres protagonistas nadie hablaba inglés. Es más, como los diálogos se doblaban posteriormente y se grababa sin sonido, los actores a menudo no recordaban sus diálogos y se dedicaban a recitar números o tenían que interpretar su escena mientras de fondo se oía al equipo charlando o haciendo todo tipo de ruidos. Para un actor teatral como Wallach todo esto era inconcebible. Pero lo mejor de todo fue cuando vio el resultado final y se dio cuenta de que aun así, la película funcionaba perfectamente. Una curiosa lección sobre la magia del cine.
A pesar de todo, el esfuerzo valió la pena: El Bueno, el Feo y el Malo fue instantáneamente uno de los westerns más famosos de la historia del cine y el broche de oro de la Trilogía del Dólar.
Hijo del director Vincenzo Leone y de la actriz Edvige Valcarenghi (más conocidos como Roberto Roberti y Bice Waleran, respectivamente), podría decirse que Leone estaba predestinado a hacer carrera en el cine.
Su padre quiso que estudiara Derecho, pero Leone tenía muy claro a qué quería dedicarse, así que dejó la carrera y se sirvió de los contactos de su padre para entrar en el mundillo del cine, trabajando detrás de las cámaras y también como extra en varios filmes italianos.
Con el tiempo, el joven cineasta romano llegó a ayudante de dirección, participando, entre otros muchos títulos, en tres superproducciones norteamericanas que se rodaron en los estudios romanos Cinecittà: Quo Vadis (1951), Helena de Troya (1956) y Ben-Hur (1959)
Su gran oportunidad se presentó con Los últimos días de Pompeya (1959), que protagonizaría el musculoso Steve Reeves, aún fresca su actuación en Hércules (1958) y Hércules encadenado (1959). Mario Bonnard, buen amigo del padre de Leone, iba a dirigir la película; pero cayó enfermo poco antes de comenzar el rodaje y Sergio Leone y Sergio Corbucci le reemplazaron.
Gracias al éxito de la cinta, a Leone le ofrecieron dirigir, esta vez en solitario, El coloso de Rodas (1961). Sin embargo, aunque su trabajo recibió buenas críticas, aún le quedaban algunos años por delante para que su nombre empezara a sonar entre el público.
Por fin, la pequeña productora Jolly Film, ante la paulatina decadencia del cine de romanos y tras hacer sus primeros pinitos en el western con la poco llamativa Gringo (1963), para la que, anecdóticamente, Morricone compuso la banda sonora, encargaron a Leone dirigir El magnífico extranjero, título provisional de Por un puñado de dólares.
El taquillazo de esta película cogió a todos por sorpresa, pero permitió a Leone crear un legado cuya influencia perdura hoy.
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