País: Polonia
Sinopsis: Último día de colegio en una pequeña ciudad polaca. Es la última oportunidad para Gabrysia, de 12 años, de declararse a un compañero de clase. Gabrysia organiza una cita secreta y chantajea al objeto de su amor para que se presente. Pero lo que se esperaba que fuera una charla íntima se descontrola y conduce a un final inesperado. La película, más allá de plantear una pregunta obvia —¿qué se esconde tras los crímenes cometidos por niños?—, cuestiona si somos realmente capaces de encontrar una respuesta.
En su prólogo, Kowalski (que no puede disimular su amor por Haneke) nos presenta unos escenarios cotidianos donde reina esa placidez propia de cualquier ciudad occidental no demasiado grande. Esos mismos lugares al final de la película no tendrán el mismo sentido: algo pasará allí que trastocará la visión ordinaria que tenemos de ellos. Nuestra mirada no será la misma 80 minutos más tarde, porque un hecho de difícil adjetivación, del que seremos testigos, nos revolverá las tripas.
Kowalski va así haciendo un retrato sutil, tenso y sin respuestas de la juventud actual, de los cachorros que estamos criando. Una camada caprichosa, con poca tolerancia a la frustración y sorda a los valores que se le intenta inculcar. Unos jóvenes que se toman la violencia como un juego, una diversión y un pasatiempo. Unos futuros adultos insensibles, amorales y peligrosos, que no se inmutan ante sus actos. El fruto, en fin, de una sociedad psicópata, apática y pasiva que ya no tiene principios y, lo que es más terrible, no los echa de menos.
Playground es por eso un plato fuerte que se puede indigestar. Además, la última escena, fotografiada desde la distancia, golpea sin censura al espectador, que se retorcerá en su butaca entreviendo y oyendo algo que, desgraciadamente, ha ocurrido no una, sino varias veces en nuestro orgulloso mundo civilizado. Y algo así de brutal es difícil de asimilar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario