CINE DE TERROR ASIÁTICO
The Wailing (2016)
Dirección: Na Hong-jin
País: Corea del Sur
Sinopsis: Un policía de una pequeña comunidad rural surcoreana investiga una serie de asesinatos inusuales por su carácter aparentemente arbitrario y por su tremenda violencia. Al principio se sospecha que estos crímenes pueden estar ligados a una rara enfermedad que se va apoderando del pueblo, pero pronto empieza a asomar la posibilidad de que tengan un origen sobrenatural.
Na Hong-jin y su operador Hong Kyung Pyo retratan con energía y sugestión al dibujar una atmósfera opresiva, reforzándola con elementos climáticos insistentes como la lluvia o la oscuridad. En efecto, es raro el momento de la trama que se da un respiro, literalmente, al ambientarse a la luz del día; e incluso cuando no amenazan directamente las fuerzas de la naturaleza, unos esporádicos planos generales de su localización, con los montes boscosos, el lago grisáceo o el cielo nublado, deshacen su neutralidad descriptiva para adquirir un tono ominoso.
En este contexto adverso es por tanto en el que deben luchar los personajes, condenados sin remedio, por mucho que para sobrevivir intenten también transformar su condición. Así ocurre con el protagonista, individuo como decíamos bastante patético y frustrante, que con el discurrir de los acontecimientos cobra el aliento trágico del héroe insospechado. Por otro lado, este componente irracional queda estructurado en sentido técnico por un montaje en paralelo que a ratos resulta bastante confuso, saltando de una breve escena a otra sin aparente conexión espaciotemporal. El montaje incluso rompe a veces con la inmersión visual que se ha ido creando, como en el plano secuencia de seguimiento que, siempre bajo la lluvia, introduce la primera escena del crimen: plano que sin embargo se resuelve a destiempo, demasiados segundos después de que el agente haya cruzado la cinta policial levantada por un compañero para dejar pasar también a la cámara (ya que tras el caminante no hay nadie más).
En realidad, más que un error que quebraría la suspensión de incredulidad, este detalle puede tener otro significado, como es el de invitar desde un comienzo al espectador a adentrarse con el protagonista en el infierno del que ni él ni nosotros somos aún conscientes. En este sentido, la primera parte de la película sigue una dirección un tanto incierta, al compás de las pesquisas infructuosas de los asesinatos; mientras que la segunda se asienta (con prolongadas secuencias climáticas como la caza al japonés en la montaña) en un escenario ya más familiar y a la vez desconocido, por brotar entonces con todo su impacto las raíces de la perversidad. En cierto modo es como si el director y guionista hubiese jugado con nuestras expectativas para terminar por devolvernos a esa esencia que alimenta todo este tipo de cine, que no es otra que la de la fatalidad del hombre (Fragmento de la reseña escrita por Ignacio Navarro M.)
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