No
crean que se trata de un film totalmente fiel a la realidad. Como
toda película biográfica, Tamara (Elia Schneider, 2016) se permite
algunas licencias creativas. Así lo han aclarado públicamente los
realizadores de esta pieza cinematográfica, sin que la congresista
Tamara Adrián (representada en la gran pantalla por Luis Fernández)
haya dejado de prestar su apoyo a la misma. Aclarado este aspecto, el
referente a la veracidad de esta cinta, sólo queda responderse si el
resultado final es bueno o malo.
Podemos
empezar hablando del tratamiento dado al personaje protagónico. Se
trata de un individuo nada identificado con el rol masculino asignado
por la naturaleza. Un personaje que al igual que Lili Elbe,
protagonista del oscarizado film La Chica Danesa, se asume como una
mujer en cuerpo de hombre. Pero a diferencia de Lili Elbe, Tamara (en
su étapa pre-operatoria) no muestra síntomas de amaneramiento, un recurso utilizado por los realizadores para romper con ese cliché del gay afeminado. El
uso de maquillaje y tacones hace que Teo, el futuro transexual, se
asemeje más un artista glam (al estilo de David Bowie en los años
´70) que a una persona con tendencias homosexuales.
Nada
de lo dicho en el párrafo anterior es una crítica negativa. Es más
bien una descripción de como un tipo de personaje con tendencia a
ser rechazado socialmente puede, de cierta manera, generar más
empatía con el público al ser liberado del estereotipo del
amaneramiento. Se percibe como una persona excéntrica, pero normal,
más parecida a un rockero con maquillaje que a un travesti.
Esto
quizás no sea 100% eficaz en un país con tantos prejuicios como
Venezuela, pero puede lograr calar en un sector de heterosexuales que
si bien no sataniza la homosexualidad, tiende a ridiculizar el
comportamiento femenino en los hombres. En general hay una
insistencia (quizás innecesaria) en mostrar el lado viril de un
futuro transexual, al plantear situaciones como la relación entre el
abogado y profesor Teo Almarza con una atractiva e intelectual alumna
universitaria. Todo
ello acompañado por la música del grupo de rock caraqueño Zapato
3.
El
libreto logra salir airoso al contar una historia de manera
coherente, sobretodo al utilizar recursos como los flashbacks o
saltos temporales al pasado sin que ello haga perder el interés del
espectador.
Tamara,
la película, no es precisamente una obra maestra, pero logra cumplir
su cometido de hacernos reflexionar sobre las libertades
individuales, en este caso ligadas a la identidad sexual. Ese tema,
quizás superado en otros lugares del mundo, sigue estando vigente en
América Latina. Correos electrónicos y comentarios ofensivos en
internet dirigidos a los promotores de la cinta así parecen
confirmarlo.
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