Mad Max es una película punk. Realizada en 1979, parece ser la versión
fílmica de aquel “no future” cantado por los Sex Pistols apenas un par
de años antes. Un futuro decadente, pre-apocalíptico (porque el
apocalípsis llegaría en la segunda parte) ambientado, ambiguamente
“dentro de unos cuantos años”. Los policías visten de cuero negro. Pero
además, hay algo de creatividad y bajo presupuesto que se asemeja a los
grandes clásicos del género en materia musical.
Más que ciencia ficción es un mero relato de anticipación. No se trata de un futuro con avances científicos o tecnológicos, sino, de hecho, con retrocesos. Un futuro en el cual no se usan nuevos modelos de automóvil sino todo lo contrario. ¿Son esos vehículos, poco futuristas, resultado de la falta de recursos para financiar la película? Detalles como la vestimenta de los policías (que en realidad es sintética, no de cuero) se justifican con este argumento. Pero no es descabellado imaginar futuros distópicos con carros destartalados.
Quién haya visto Mad Max Fury Road y no haya visto ninguna de las películas de la trilogía original (también de George Miller) podría quedar desconcertado al ver la primera de todas. Sucede que, como dijimos, en la primera el mundo todavía no ha llegado al apocalipsis, no ha ocurrido aun la guerra nuclear. Simplemente vemos un “Estado fallido”, similar a Afghanistán o Somalia. Para alegría de los australianos, ese futuro infernal aún no ha llegado.
Ciertamente, en el continente oceánico, Mad Max sigue siendo ciencia (social) ficción, o acaso una “ucronía”, es decir, una historia ubicada en una realidad paralela. Pero no hay que negar la existencia, en la actualidad, de zonas en el mundo donde las instituciones son un total fracaso, en las cuáles hay escasez de recursos, donde existe la violencia pura y sin control. No hay diferencia alguna entre los piratas somalíes de la actualidad y los cinematográficos moteros australianos con Kawasaki. Tampoco existe diferencia alguna entre ese Salón de Justicia (Hall of justice) con su letrero deteriorado y cualquier oficina burocrática del tercer mundo.
Pero hay otras referencias importantes en la creación de esta película. Algo de la experiencia personal del Director está presente, pues, dos de sus amigos de adolescencia habían fallecido, en ese entonces, en sendos choques automovilísticos. También se dice que en los años ´70 hubo desafortunados accidentes y actos de vandalismo motorizado en las carreteras australianas. Todo ello sumado al trabajo desempeñado por el mismísimo George Miller (el Director de ésta y todas las entregas de Mad Max) como médico de emergencias, asistiendo precisamente a personas que habían sufrido esa clase de accidentes. Algo de ese dinero le sirvió para financiar su primera cinta cinematográfica, por cierto. Pese al trasfondo, Mel Gibson no aceptó dobles en sus escenas y quiso correr los mismos riesgos que inspiraron a Miller.
En cuanto a las influencias artísticas, hay además mucho de Western y del cine de Samuráis. El concepto de héroe jungiano también está presente. En esos detalles (sólo en esos) “se parece” a Star Wars. Pero mientras George Lucas se planteaba subirle la moral a un mundo post-guerra de Vietnam y post-Watergate, en el cuál no había líderes en los quienes creer, George Miller, a través de la vida de Max Rockatansky (Mel Gibson), parece decir lo contrario: el mundo podría estar peor. Los trágicos acontecimientos transforman al protagonista: de ser el héroe honrado y bonachón, capaz de vencer a los malos sin motivaciones oscuras, pasa a ser un anti-héroe motivado por la venganza y el odio.
No podemos olvidar tampoco los leit motiv propios de la saga. Las persecusiones con pandilleros tras el protagonista, en plena carretera, las cuáles irán haciéndose más espectaculares en cada secuela de la saga. El ruido de los automóviles y las motocicletas es casi una sinfonía. Difícil escuchar ese tipo de sonidos en una película y no asociarlo con Mad Max.
Luego de finalizar la última de la trilogía original, Miller se dedicó prácticamente a hacer cualquier cosa que le encargaran, realizando incluso algunos filmes muy buenos dentro del esquema comercial hollywoodense como Las Brujas de Eastwick, y otros un tanto extraños como Babe el puerquito valiente. En todos se echa en falta la huella de Miller como un verdadero autor cinematográfico. Su "Fury Road", hecha más de tres décadas después de aquélla "Cúpula del Trueno" fue el regreso del director a una historia que siempre fue suya, y no de los grandes estudios.
Hay que agregar otra cosa que tiene Mad Max en común con algunos clásicos de la música punk: es un producto independiente, que costó apenas unos miles de dólares y reportó ganancias por millones de billetes verdes. Un film subterráneo con alcance masivo.
Más que ciencia ficción es un mero relato de anticipación. No se trata de un futuro con avances científicos o tecnológicos, sino, de hecho, con retrocesos. Un futuro en el cual no se usan nuevos modelos de automóvil sino todo lo contrario. ¿Son esos vehículos, poco futuristas, resultado de la falta de recursos para financiar la película? Detalles como la vestimenta de los policías (que en realidad es sintética, no de cuero) se justifican con este argumento. Pero no es descabellado imaginar futuros distópicos con carros destartalados.
Quién haya visto Mad Max Fury Road y no haya visto ninguna de las películas de la trilogía original (también de George Miller) podría quedar desconcertado al ver la primera de todas. Sucede que, como dijimos, en la primera el mundo todavía no ha llegado al apocalipsis, no ha ocurrido aun la guerra nuclear. Simplemente vemos un “Estado fallido”, similar a Afghanistán o Somalia. Para alegría de los australianos, ese futuro infernal aún no ha llegado.
Ciertamente, en el continente oceánico, Mad Max sigue siendo ciencia (social) ficción, o acaso una “ucronía”, es decir, una historia ubicada en una realidad paralela. Pero no hay que negar la existencia, en la actualidad, de zonas en el mundo donde las instituciones son un total fracaso, en las cuáles hay escasez de recursos, donde existe la violencia pura y sin control. No hay diferencia alguna entre los piratas somalíes de la actualidad y los cinematográficos moteros australianos con Kawasaki. Tampoco existe diferencia alguna entre ese Salón de Justicia (Hall of justice) con su letrero deteriorado y cualquier oficina burocrática del tercer mundo.
Pero hay otras referencias importantes en la creación de esta película. Algo de la experiencia personal del Director está presente, pues, dos de sus amigos de adolescencia habían fallecido, en ese entonces, en sendos choques automovilísticos. También se dice que en los años ´70 hubo desafortunados accidentes y actos de vandalismo motorizado en las carreteras australianas. Todo ello sumado al trabajo desempeñado por el mismísimo George Miller (el Director de ésta y todas las entregas de Mad Max) como médico de emergencias, asistiendo precisamente a personas que habían sufrido esa clase de accidentes. Algo de ese dinero le sirvió para financiar su primera cinta cinematográfica, por cierto. Pese al trasfondo, Mel Gibson no aceptó dobles en sus escenas y quiso correr los mismos riesgos que inspiraron a Miller.
En cuanto a las influencias artísticas, hay además mucho de Western y del cine de Samuráis. El concepto de héroe jungiano también está presente. En esos detalles (sólo en esos) “se parece” a Star Wars. Pero mientras George Lucas se planteaba subirle la moral a un mundo post-guerra de Vietnam y post-Watergate, en el cuál no había líderes en los quienes creer, George Miller, a través de la vida de Max Rockatansky (Mel Gibson), parece decir lo contrario: el mundo podría estar peor. Los trágicos acontecimientos transforman al protagonista: de ser el héroe honrado y bonachón, capaz de vencer a los malos sin motivaciones oscuras, pasa a ser un anti-héroe motivado por la venganza y el odio.
No podemos olvidar tampoco los leit motiv propios de la saga. Las persecusiones con pandilleros tras el protagonista, en plena carretera, las cuáles irán haciéndose más espectaculares en cada secuela de la saga. El ruido de los automóviles y las motocicletas es casi una sinfonía. Difícil escuchar ese tipo de sonidos en una película y no asociarlo con Mad Max.
Luego de finalizar la última de la trilogía original, Miller se dedicó prácticamente a hacer cualquier cosa que le encargaran, realizando incluso algunos filmes muy buenos dentro del esquema comercial hollywoodense como Las Brujas de Eastwick, y otros un tanto extraños como Babe el puerquito valiente. En todos se echa en falta la huella de Miller como un verdadero autor cinematográfico. Su "Fury Road", hecha más de tres décadas después de aquélla "Cúpula del Trueno" fue el regreso del director a una historia que siempre fue suya, y no de los grandes estudios.
Hay que agregar otra cosa que tiene Mad Max en común con algunos clásicos de la música punk: es un producto independiente, que costó apenas unos miles de dólares y reportó ganancias por millones de billetes verdes. Un film subterráneo con alcance masivo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario