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"Cinema Paradiso"

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jueves, 17 de noviembre de 2016

CINE LATINOAMERICANO: "ESCLAVO DE DIOS" Dirección: Joel Novoa Schneider (Venezuela, 2013) - Por Ernesto Soltero



Esta crítica fue escrita en 2013 a propósito del estreno de la película. La rescato del olvido ya que, aunque puede encontrarse en la página web donde se publicó originalmente, aparece sin mi firma como autor. Agrego un par de notas y comentarios adicionales ya que la reseña fue hecha originalmente para un público venezolano.
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Con Esclavo de Dios sucede lo mismo que con algunos thrillers de tinte político: muestra, desde afuera, un conflicto socio-cultural (en este caso el conflicto árabe-israelí), dándole oportunidad al espectador de sacar sus propias conclusiones, aunque su mensaje es a favor de la tolerancia. Como todo film sobre temas polémicos, puede ser malinterpretado por grupos extremistas afines a cada bando y generar una controversia que puede traer a su vez más publicidad para la película, cosa que en efecto ha ocurrido.


Esclavo de Dios, cuenta una historia ficticia (la del protagonista, Amed) enmarcada dentro de un hecho real (el acto terrorista anti-judío perpetrado en Buenos Aires en 1994) sin tomar partido a favor de alguno de los bandos involucrados. La moraleja de la historia, sin embargo, no sólo puede ser opacada por las simpatías políticas del espectador, sino también por un parcializado cortometraje previo colocado, inexplicablemente, por una decisión gubernamental de última hora. (Nota: Puedes leer sobre esa polémica aquí=>http://bit.ly/2ecXwMm)

Pero más allá del tema y el mensaje que se piensa transmitir, Esclavo de Dios tiene muchos elementos interesantes. En principio no parece el típico filme venezolano. Esa afirmación, que puede tomarse como un insulto o un halago al cine nacional, ha sido una constante en nuestra cinematografía desde hace al menos cinco años. La formación en escuelas de cine y actuación del exterior (no sólo de Los Ángeles o Londres, sino también de La Habana) ha rendido frutos. Ya estamos acostumbrados a ver cintas venezolanas sin actuaciones mediocres, con guiones más sólidos, con bandas sonoras menos ingenuas, con aspectos técnicos muy cuidados, capaces de competir con cintas foráneas.


Pero además está el elemento de la co-producción y la ambientación de la película; las escenas en Caracas, por ejemplo, son anecdóticas; el acento sureño y las lenguas extranjeras predominan más que el “cantaíto” criollo y nos sentimos como si viéramos una de esas series latinoamericanas producidas por estudios como HBO. El elemento mundial predomina más que el elemento local, pero a la vez nos damos cuenta que temas que nos parecen ajenos y lejanos geográficamente, pueden formar parte también de nuestra realidad. Son tan cercanos a nosotros como un Shawarma en Catia (populosa zona del oeste caraqueño) o un bodegón con comida Kosher.

Un factor bastante interesante es el casting. Si bien, para el público venezolano la participación de María Alejandra Martín y Daniela Alvarado puede ser un gancho, en realidad se trata de una curiosidad, ya que son papeles importantes en la trama, aunque no realmente protagónicos. De hecho se podría decir que es la película en la cual Daniela Alvarado habla menos. El gran descubrimiento es sin duda Mohammed Alkhaldi, un actor salido de la nada, oriundo de Kuwait, cuyo modus vivendi en la vida real consiste en dar clases de inglés y mezclar discos de música electrónica, lo cual hace más aplausible su labor histriónica dentro del filme.


Un filme de entretenimiento con una temática interesante, fácil de ver seguramente para el gran público, cuya única falla puede ser un final abierto un poco confuso. Lo importante es la manera como se rompen dos tipos de estereotipos: los relacionados con el cine nacional, y los relacionados con las convicciones ideológicas.



martes, 11 de octubre de 2016

"PELICULAS MALDITAS": El Exorcista (W. Friedkin, 1973) - Por Ernesto Soltero -


Antes de leer esta reseña toma dos cosas en cuenta:

1) El diablo no me permitió entregar a tiempo

2) Léela a medianoche mientras escuchas Tubular Bells, de Mike Olfield



¿Que se puede decir de nuevo acerca de El Exorcista? Más que un clásico del cine, es una referencia de la cultura pop. Quién no la ha visto, sabe algo sobre su trama, y tiene, probablemente, la imagen mental de Regan con su horroroso rostro verde dando vueltas y disparando vómito a diestra y siniestra Sigue siendo una referencia obligada en el cine de terror. Nadie olvida tampoco el tema musical “Tubular Bells” de Mike Olfied, paradójico pionero del new age cuya pieza más conocida asociamos inconcientemente al mismísimo Satanás, gracias a su aparición en la banda sonora.
 
Como toda buena película, El Exorcista no sólo cuenta una historia a través de su guión, sino que tiene cientos de historias fuera del film. La niña pre-adolescente poseída por Lucifer, tratada de forma errática, no necesariamente nos trata de convencer de la existencia del demonio. Nos habla de los límites de la ciencia, que a pesar de sus avances, aun no encuentra todas las explicaciones a nuestras preguntas. El creer que lo sabemos todo puede hacer el mismo daño que una niña poseída tratada equivocadamente con psicotrópicos. Por supuesto, no es ese detalle el que causa terror en el espectador, sino sus propias creencias o superticiones. Bastante se ha escrito acerca de hechos inexplicables, algunos muy siniestros, asociados a esta película de 1973. Con sólo buscar “El Exorcista” en google, encontramos artículos y documentales hablando, por ejemplo, del comportamiento obsesivo del Director, William Friedkin, quién a semejanza de otros realizadores como Hitchcock, impuso un régimen dictatorial, casi sádico, en el set de filmación. Se habla de ruidos extraños en el estudio, de voces de ultratumba causando miedo en el personal técnico, de cachetadas infringidas por el director a los actores para aprovechar sus espontáneas emociones, o de un escenario (el cuarto de Regan) que se encontraba casi bajo cero en la vida real, y que bien pudo haber matado de neumonía a la mismísima Linda Blair. Aparte de todo lo anterior, por si fuera poco, hay que sumar una serie de accidentes inexplicables en el set de rodaje, como caídas de focos o rollos velados, y el peor de todos: la fractura de cóxis sufrida por la actriz Ellen Burstyn (la madre de la protagonista dentro del filme) en una de las escenas con arnés. Una serie de sucesos desafortunados que pueden ser contemplados con escepticismo, pero a los cuáles se suman la muerte de varios actores (incluyendo Mary Ure, quién representó a Regan en la versión teatral de la historia) o la caída del techo en una sala de cine española. También hubo numerosos casos de espectadores desmayandose o vomitando, aunque para el espectador actual, acostumbrado a ver cosas más fuertes, quizás no sea para tanto.
¿Podemos decir, al tomar en consideración esta serie de hechos, que El Exorcista es una película maldita? Suponiendo que tanto la filmación como la proyección de El Exorcista hayan sido saboteadas por nada más y nada menos que Satán, hay algunas cosas que no pudo evitar el conocido Rey de las Tinieblas. El filme fue éxito de crítica y de taquilla. Obtuvo dos premios de la Academia y cuatro Globos de Oro, incluyendo el galardón de guión adaptado otorgado a William Peter Blatty, autor de la novela original, quién vio como su libro, el cual ya era bestseller, disparó sus ventas nuevamente. También hubo un impulso en las ventas del álbum Tubular Bells de Mike Oldfield, un álbum utilizado en el soundtrack de la película, el cual constaba de dos piezas instrumentales de más de 20 minutos, y que logró a su vez catapultar a la entonces novel disquera Virgin Records, llegando al #1 en las listas inglesas y al #3 en Norteamérica.


Linda Blair, es decir, Regan, tuvo posteriormente una carrera poco exitosa, y experimentó una étapa fuerte de adicción a las drogas pero se recuperó y supo reirse de ella misma en la parodia “Reposeída” (1990) junto a Leslie Nielsen mucho mejor que las últimas entregas de “Scary Movie”. Hoy en día firma autógrafos en convenciones ligadas al cine de terror,es decir, un “one hit wonder” que le ha dado bastantes beneficios. ¿Película maldita?¿Mera promoción de un producto mediante el escándalo? ¿o acaso una película cuyo éxito responde a un pacto hecho con El Diablo? Mejor no respondas, pon el DVD cuándo estés solo en tu casa cualquier día a medianoche, mientras degustas tus palomitas.

lunes, 26 de septiembre de 2016

"OPERAS PRIMAS" "Mad Max" (1979) Nihilismo sobre ruedas - Por Ernesto Soltero -

Mad Max es una película punk. Realizada en 1979, parece ser la versión fílmica de aquel “no future” cantado por los Sex Pistols apenas un par de años antes. Un futuro decadente, pre-apocalíptico (porque el apocalípsis llegaría en la segunda parte) ambientado, ambiguamente “dentro de unos cuantos años”. Los policías visten de cuero negro. Pero además, hay algo de creatividad y bajo presupuesto que se asemeja a los grandes clásicos del género en materia musical.



Más que ciencia ficción es un mero relato de anticipación. No se trata de un futuro con avances científicos o tecnológicos, sino, de hecho, con retrocesos. Un futuro en el cual no se usan nuevos modelos de automóvil sino todo lo contrario. ¿Son esos vehículos, poco futuristas, resultado de la falta de recursos para financiar la película? Detalles como la vestimenta de los policías (que en realidad es sintética, no de cuero) se justifican con este argumento. Pero no es descabellado imaginar futuros distópicos con carros destartalados.

Foto de Ernesto Soltero.

Quién haya visto Mad Max Fury Road y no haya visto ninguna de las películas de la trilogía original (también de George Miller) podría quedar desconcertado al ver la primera de todas. Sucede que, como dijimos, en la primera el mundo todavía no ha llegado al apocalipsis, no ha ocurrido aun la guerra nuclear. Simplemente vemos un “Estado fallido”, similar a Afghanistán o Somalia. Para alegría de los australianos, ese futuro infernal aún no ha llegado.

Foto de Ernesto Soltero.

Ciertamente, en el continente oceánico, Mad Max sigue siendo ciencia (social) ficción, o acaso una “ucronía”, es decir, una historia ubicada en una realidad paralela. Pero no hay que negar la existencia, en la actualidad, de zonas en el mundo donde las instituciones son un total fracaso, en las cuáles hay escasez de recursos, donde existe la violencia pura y sin control. No hay diferencia alguna entre los piratas somalíes de la actualidad y los cinematográficos moteros australianos con Kawasaki. Tampoco existe  diferencia alguna entre ese Salón de Justicia (Hall of justice) con su letrero deteriorado y cualquier oficina burocrática del tercer mundo.

Foto de Ernesto Soltero.

Pero hay otras referencias importantes en la creación de esta película. Algo de la experiencia personal del Director está presente, pues, dos de sus amigos de adolescencia habían fallecido, en ese entonces, en sendos choques automovilísticos. También se dice que en los años ´70 hubo desafortunados accidentes y actos de vandalismo motorizado en las carreteras australianas. Todo ello sumado al trabajo desempeñado por el mismísimo George Miller (el Director de ésta y todas las entregas de Mad Max) como médico de emergencias, asistiendo precisamente a personas que habían sufrido esa clase de accidentes. Algo de ese dinero le sirvió para financiar su primera cinta cinematográfica, por cierto. Pese al trasfondo, Mel Gibson no aceptó dobles en sus escenas y quiso correr los mismos riesgos que inspiraron a Miller.

Foto de Ernesto Soltero.

En cuanto a las  influencias artísticas, hay además mucho de Western y del cine de Samuráis. El concepto de héroe jungiano también está presente. En esos detalles (sólo en esos) “se parece” a Star Wars. Pero mientras George Lucas se planteaba subirle la moral a un mundo post-guerra de Vietnam y post-Watergate, en el cuál no había líderes en los quienes creer, George Miller, a través de la vida de Max Rockatansky (Mel Gibson), parece decir lo contrario: el mundo podría estar peor. Los trágicos acontecimientos transforman al protagonista: de ser el héroe honrado y bonachón, capaz de vencer a los malos sin motivaciones oscuras, pasa a ser un anti-héroe motivado por la venganza y el odio.



No podemos olvidar tampoco los leit motiv propios de la saga. Las persecusiones con pandilleros tras el protagonista, en plena carretera, las cuáles irán haciéndose más espectaculares en cada secuela de la saga. El ruido de los automóviles y las motocicletas es casi una sinfonía. Difícil escuchar ese tipo de sonidos en una película y no asociarlo con Mad Max.

Luego de finalizar la última de la trilogía original, Miller se dedicó prácticamente a hacer cualquier cosa que le encargaran, realizando incluso algunos filmes muy buenos dentro del esquema comercial hollywoodense como Las Brujas de Eastwick, y otros un tanto extraños como Babe el puerquito valiente. En todos se echa en falta la huella de Miller como un verdadero autor cinematográfico. Su "Fury Road", hecha más de tres décadas después de aquélla "Cúpula del Trueno" fue el regreso del director a una historia que siempre fue suya, y no de los grandes estudios.

Hay que agregar otra cosa que tiene Mad Max en común con algunos clásicos de la música punk: es un producto independiente, que costó apenas unos miles de dólares y reportó ganancias por millones de billetes verdes. Un film subterráneo con alcance masivo.