Dirección: Greg Yaitanes
Sam Worthington, Paul Bettany, Jane Lynch, Rowan Bousaid, Will Murden, Carter Zier, Colby Zier, Jana Allen
Desde su cabaña remota en las montañas, entre los años 1978 y 1995, el matemático y terrorista Theodore Kaczynski (Paul Bettany), apodado "Unabomber", envió por carta 16 bombas a diferentes objetivos, como protesta por la sociedad moderna y la destrucción de la naturaleza. Las bombas de Kaczynski mataron a tres personas e hirieron a otras 23. El agente del FBI Jim Fitzgerald (Sam Worthington), experto criminalista y en perfiles criminales, intentará desvelar la identidad de asesino. Un manifiesto escrito por el terrorista y enviado al The New York Times será clave para ahondar en su perturbada mente a partir del lenguaje y las expresiones que utiliza. (FILMAFFINITY)
‘Manhunt: Unabomber’ arranca describiendo el engranaje mediante el cual alguien deja una carta, o un paquete, en un buzón y llega a su destinatario. El propio Kaczynski es el encargado de narrar la mecánica que envuelve al sistema postal, primero con nostalgia, luego con mala leche y más tarde con la descarnada crítica con la que justificaba sus actos. “Eres una oveja porque lo único que puedes hacer es obedecer”, narra poco antes de que uno de sus artefactos estalle en el segundo piso de un edificio de oficinas. Un rápido y certero recordatorio de la mentalidad y el 'modus operandi' del hombre en el que se centra la producción.
La acción comienza en 1997 con el agente Fitzgerald, que vive en una cabaña en el norte de California, recibiendo la visita de Don Ackerman, uno de los jefes del FBI. Kaczynski lleva meses detenido, pero el FBI necesita su ayuda para que el terrorista se declare culpable, y enterrar así definitivamente la posibilidad de que la defensa alegue enfermedad mental para evitar la prisión. O evitar que el juicio se convierta en un 'circo mediático' que le dé al terrorista el micrófono que tanto ansía.
La narración del regreso de Fitzgerald a la investigación que cambió su destino se alterna con su llegada al caso en 1995. Entonces, dos hombres del FBI interrumpieron una celebración familiar para esclarecer su particular currículo (fue durante 11 años policía local) y pedirle que trabajase en el caso de Unabomber. Una decisión que no fue fácil pero que, una vez tomada, absorbió cada minuto de su vida.
Cuando Fitzgerald se sumó a la búsqueda del terrorista, sus predecesores llevaban años buscando a un hombre relacionado con aerolíneas, probablemente “mecánico de Cincinnati”. El agente no tardó en desterrar ideas previas que tenían poco fundamento, pero que quizás habían sido demasiado importantes a la hora de afrontar la investigación. Y aunque sus superiores no parecían dispuestos a empezar desde cero, el bueno de Kaczynski, oculto tras el grupo terrorista FC con el que firmaba sus cartas, estaba ahí para echarle un cable enviando un nuevo paquete al 'New York Times'. Afortunadamente, no se trataba de una nueva bomba, sino de 56 páginas mecanografiadas que, con el título 'La sociedad industrial y su futuro', contenían la filosofía de Unabomber.
Para Kaczynski, la revolución industrial y sus consecuencias eran “un desastre para la humanidad”, ya que este sistema obligaba a la sociedad “a comportarse de un modo que está cada vez más alejado de los patrones naturales de la conducta humana”. Según el autor, además de influir en el “proceso de poder” propio de cualquier ser humano, este veía amenazadas sus libertades por culpa del desarrollo de la sociedad tecnoindustrial. Un discurso que auguraba un colapso social y ecológico, que a mediados de los noventa resultaba más disparatado de lo que podría parecer hoy.
A pesar de esta licencia creativa, que no resulta excesiva, ni amable, aunque sí oportuna, la producción es una pasada de docuserie que sin fuegos de artificio ni escenas de acción desarrolla una investigación atractiva que consigue enganchar al espectador. Y que desea volver, según Yaitenes, para narrar algunos de los eventos más terribles de los años noventa, como la matanza de Waco, el atentado de Oklahoma o los ya televisivos hermanos Menéndez y O.J. Simpson. Qué espanto de década y qué bien está quedando en la pequeña pantalla. (Escrito por ALOñA FERNÁNDEZ LARRECHI)
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