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"Cinema Paradiso"

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sábado, 6 de octubre de 2018

"The House That Jack Built" de Lars Von Trier (2018)

'THE HOUSE THAT JACK BUILT'
POR PHILIPP ENGEL



Quién: Ganador de la Palma de Oro por 'Bailar en la oscuridad'(2000), Lars von Trier era un habitual de la Sección Oficial desde que presentó 'El elemento del crimen' (1984). Pero dejó de serlo, como es sabido, tras una confusa, y divertidísima rueda de prensa a la salida de 'Melancholia' (2011), en la que sus palabras fueron malinterpretadas y sacadas de contexto. Se presentaron como graves declaraciones lo que no eran más que inocentes boutades, y un pequeño jardín del que no supo salir. El festival le castigó declarándole Persona non Grata, un gesto un tanto absurdo ya que nada de lo que dijo Von Trier podía hacer pensar que el danés tuviera ideas de extrema derecha, negara el holocausto, incitara al odio, se mofara de las víctimas o aplaudiera el asesinato de millones de personas. Yo estaba ahí, y ni se me pasó por la cabeza nada de todo eso. Ni siquiera se me ocurrió que pudiera causar escándalo. Como adivino, no tengo futuro.


Qué: Jack (Matt Dillon) es un asesino en serie un poco patán, que acumula cadáveres en una cámara frigorífica de su propiedad, mientras trata de construir la casa de sus sueños (es ingeniero, está obsesionado con la arquitectura), y mantiene un diálogo permanente con lo que bien podría ser la voz de su consciencia (Bruno Ganz). En sus crímenes, cada vez comete más imprudencias, como si quisiera que lo pillaran.


La película funciona, en primera instancia, como una comedia negra (si Patrick Bateman era una parodia, Jack es la parodia de la parodia), pero es sobre todo un inabarcable ensayo sobre el arte y el propio mundo cinematográfico de su creador. El protagonista concibe el asesinato a lo De Quincey, como una de las bellas artes, un pretexto para que Von Trier nos bombardee con toda clase de imputs visuales, cuadros, fotogramas de películas propias y ajenas, interludios animados, Glenn Gould como símbolo de la excelencia artística, y los más diversos materiales, para dibujar una reflexión que, por lo pronto, se nos antoja inabarcable.


La venganza de Lars von Trier incluye además, como si fuera una llamativa respuesta al maltrato que le infligió el festival, imágenes del holocausto y una alusión a la célebre teoría de las ruinas de Albert Speer, el arquitecto del Tercer Reich, que concibió los monumentales edificios del mismo para que se convirtieran en románticas ruinas una vez el Reich de los Mil Años hubiera finalizado. Un delirio truncado por el fin de la WWII, y que conecta con la mente de Jack, el personaje de Dillon, que ambiciona esa casa perfecta, que sólo logrará construir al final del film, antes de perderse en el mismísimo infierno.


Entre el popurrí de ideas que hierven en el film también está el legendario maltrato de von Trier a sus actrices, expresado a través de las manos inquietas de Jack, que se pregunta: ¿Por qué los hombres siempre somos culpables, y las mujeres inocentes? Ah, esa carga que arrastramos desde la prehistoria, y que sólo ahora parece que empieza a arreglarse, un poquito. No cabe duda de que Jack es Lars, que nos habla, o más bien habla consigo mismo, en un diálogo interno, y crepuscular, que ha de entenderse como un epílogo testamentario, una reflexión introspectiva sobre su legado, un '8 ½' a medida. Así, en breve, lo que hemos visto es una comedia salpicada de sangre, pero sobre todo otro film compendio, un autorretrato puede que bastante honesto y que reclama a voces un segundo visionado. Aunque tampoco nos dice nada nuevo: Lars von Trier es un tipo hundido, retorcido y atormentado, que concibe el arte desde lo más profundo del infierno, cosa de la que ya estábamos sobradamente informados.


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